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Las reflexiones de Veronica Toumanova sobre cómo nos afecta el nivel de nuestra pareja

Porqué creemos que bailar con bailarines de más nivel que nosotros nos hará bailar mejor

Veronica Toumanova

En la comunidad tanguera existe una creencia más o menos así:

“Si consigo bailar con mejores bailarines, mi baile mejorará mucho más rápidamente que si solo bailo con gente de mi nivel.” O así: “Los bailarines avanzados deberían bailar más con los principiantes. ¿Cómo si no van a aprender los pobres, si solo bailan con otros principiantes?” O una alumna saliendo de clase con el comentario:

“¡Cada nueva follower debería bailar desde el principio con un buen leader! Si tenemos que esperar para que estos hombres se conviertan en buenos bailarines, tendremos que esperar toda la eternidad!”

El fenómeno de la curva de aprendizaje parece apoyar esto. Raras veces esta curva es igual para leaders principiantes y followers principiantes. Generalmente el aprendizaje y el conseguir pareja es más difícil para los leaders durante los primeros años. En cambio una follower (mujer), si promete como bailarina, y además es joven y guapa, recibirá la atención de los leaders (hombres) más experimentados. Cuantas veces han escuchado esta historia: “Oh, cuando ella empezó, todos los mejores bailarines la sacaban, así que NATURALMENTE aprendió muy rápido.” Eso puede pasar con un leader que se inicia también. Ser joven y guapo/a ayuda, pero la palabra clave aquí es “prometedor”. Significa que esa persona ya tiene algo valioso que ofrecer, como por ejemplo las ganas de aprender.

La noción de que tus habilidades tangueras se dispararían, si tan solo los bailarines más expertos te sacaran a bailar, está tan extendida que a menudo me pone en situaciones cómicas (como “bailarina experta”). Una vez en una milonga se me acercó un completo desconocido y dijo: “Llevo solo un mes bailando pero me figuro que sería muy beneficioso para mi bailar con una profesora.” Me han reprochado mucho rechazar invitaciones: “Pero ¡qué actitud tienes! ¿¡Cómo se supone que esta gente se va a convertir en buenos bailarines si no les das una oportunidad!?” Y cuántas veces se escucha el comentario: “Sabes, cuando TÚ eras principiante, bailarines mejores te sacaban porque querían ayudarte.” A lo cual, dicho sea de paso, siempre respondo: “Bailaban conmigo porque era joven, guapa y con una formación en danza.”

Entonces, ¿es verdad que bailar con mejores bailarines te hace bailar mejor?

Primero, definamos que es “mejor”. Cuando hablamos de niveles en tango, nos vemos forzados a simplificar mucho las cosas para categorizar, pero en realidad son muchas las variables que constituyen el atractivo de un/a bailarín/a. Nunca es solo la técnica, ni el número de figuras, ni la capacidad de marcar o seguir, ni la musicalidad. Es la combinación de todo eso. La mejor imagen para las capacidades del bailarín es la mesa de mezclas de un DJ con varios controles deslizantes. Cada control representa una habilidad que puede estar en una posición más alta o más baja, dependiendo de la experiencia, talento y dedicación de la persona. Puedo pensar en varios “deslizadores”: técnica, vocabulario, comunicación (marcar o seguir), abrazo, musicalidad, navegación, habilidades sociales. A eso debemos añadir – para complicar aún más las cosas – el factor humano. Este es en parte inherente y en parte aprendido para encajar en la comunidad del tango. En muchas situaciones, el factor humano será decisivo en la elección de pareja de baile, A PESAR DE buenas o malas habilidades en otros aspectos.

Sería inocente pensar que pudiéramos catalogar a cada bailarín/a en base a su vocabulario o al número de años que lleva bailando tango. Lo mismo vale para el factor humano. Sabemos que la realidad es más compleja. Seguramente todos conocemos personas que ejecutan muchas figuras complicadas y todas mal. Seguramente todos conocemos personas con un vocabulario modesto pero con un gran abrazo o musicalidad. Por eso, cuando hablamos de “mejores bailarines” o “más nivel” tenemos que tener en cuenta que eso encierra un abanico de habilidades, no todas necesariamente a la misma altura en la mesa de mezclas. Elegir un bailarín es siempre elegir el conjunto. De buenas ganas aceptamos algunos fallos, si se ven compensados por otras cualidades.

Dicho esto, veamos qué pasa cuando bailamos con alguien cuyos controles en la mesa de mezcla son todos – por simple argumento – en una posición mucho más alta que los nuestros. Si eres una follower bailando con un leader mucho más experto (y ese hecho no te estresa hasta el extremo), tus movimientos se sentirán más libres de esfuerzo, más “correctos”, te sentirás más equilibrada o en tu eje, con facilidad musical y posiblemente harás pasos que ni conoces. Un leader experto creará las condiciones óptimas para que te muevas de la mejor manera posible. El objetivo de una buena marca es precisamente ese: PROVOCAR un movimiento bien ejecutado. Si la/el follower es capaz de bailar este movimiento es otra cuestión. El buen leader también evitará marcarte pasos que te superan totalmente. Si tienes problemas de equilibrio o con los pivots, pueden pasar dos cosas: o los sentirás muy claramente si el leader no los compensa, y te harás agudamente consciente de lo mucho que te queda por aprender; O sentirás que esos problemas han desaparecido como por arte de magia. Esto último, a su vez, puede significar dos cosas: una, que el leader te está ayudando discretamente; o dos, eres capaz de ejecutar los movimientos bien, pero solo en circunstancias ideales con una pareja ideal. (Esto se conoce como “conscious competence learning stage”).

Si eres un leader bailando con una follower mucho más experta y estás suficientemente relajado para concentrarte en el baile, sentirás que prácticamente todo lo que marcas da resultados maravillosos. El impulso más mínimo evoca una respuesta con sentido y la idea más vaga se transforma en algo delicioso o al menos digno. Te verás marcando cosas que nunca habías marcado y expresándote en la música con más facilidad. Puedes realmente sentirte como un BAILARÍN. Aún puedes notar tus problemas con el equilibrio, los pivots o la caminata pero también notarás que no afectan tanto a tu pareja. Será una experiencia agradable en su conjunto. Sin embargo esto solo ocurrirá si la follower decide compensar por lo que falta en tu marca. En una milonga eso es lo que normalmente hará una bailarina experta si acepta tu invitación.

Para entender esto, imagínense que tuvieran que hablar en un idioma que apenas conocen con un nativo. Pueden de hecho tener una muy buena conversación si esa persona hace el esfuerzo de entenderle, de ignorar sus fallos, de terminar sus frases aquí y allá y de ayudarle a encontrar las palabras correctas. Su interlocutor hará lo posible por entenderle con un mínimo de aportación por su parte, pero también limitará su propia expresión a lo que usted es capaz de entender. Ahora imaginen que en lugar de ello esa persona señalara cada uno de sus errores. Usted rápidamente perdería el hilo de su pensamiento y su preocupación principal ya pasaría a ser cómo expresarse correctamente en lugar de qué es lo que realmente quiere comunicar. Y si la persona le hablara como si usted fuera otro nativo, usted sería del todo incapaz de mantener la conversación.

Cuando enseño, intento que el alumno - leader o follower - inmediatamente se de cuenta de los resultados de nuestra comunicación. Por eso en el contexto de la clase, tenemos conversaciones sobre “como hablar bien” y “como expresarse” en términos de movimiento. Pero en el contexto social de la milonga este tipo de feedback sería demasiado agresivo. Ahí querríamos hacer lo mejor con lo que hay y pasarlo bien, no hacer que otros se sientan incómodos. Esa habilidad de compensar los fallos de la pareja es lo que en realidad hace a un/a bailarín/a verdaderamente avanzado. El propósito de mejorar tu técnica es que te conviertas en un “nativo” del lenguaje del tango. Y eso es lo que hace el bailar con alguien avanzado tan satisfactorio: el/ella es independiente de tus habilidades y aún así capaz de comunicarse contigo a tu mejor nivel. Eso no significa que el bailarín experto siempre disfrute de parejas muy por debajo de su nivel de baile. A menudo no disfruta. Compensar e intentar a entender a otros con poca base es trabajo duro. Limitar tu rango de expresión para tener una simple charla es frustrante. Por eso los buenos bailarines son exigentes en su elección. No porque sean unos esnobs. No porque menosprecien a los de menos experiencia. Sino porque la desigualdad de la situación raramente está en su favor.

Si bailar con un bailarín mucho mejor te da una mejor EXPERIENCIA, ¿eso significa que tu mismo automáticamente te conviertes en mejor bailarín?

Muchos alumnos deciden tomar clases particulares con un profesor del rol opuesto, en lugar de ir a clases grupales. Trabajar con una pareja experta de hecho crea las condiciones ÓPTIMAS para mejorar. Te permite estar seguro de que tu marca o tu manera de recibirla es sentido y entendido por el otro sin el “ruido” de sus propios conflictos. Sabes que el 99% de los fallos son tuyos. Y aunque en el contexto social nos guste la frase “no hay errores, solo improvisación”, en el ensayo necesitas nociones establecidas de lo que funciona y lo que no, qué es cómodo y qué no, qué es correcto y qué no. Tomar clases privadas con regularidad ofrece una “vía rápida” y puede dar muy buenos resultados, pero solo bajo dos condiciones. Primero, tu profesor tiene que darte un feedback preciso (quiero decir que no compense tus fallos) y segundo, TU tienes que hacer un esfuerzo constante por mejorar.

Esta manera de aprender también tiene un riesgo potencial. Cuanto más practicas con un profesor exclusivamente, más te acostumbras a unas condiciones perfectas. Eso puede dejarte incapacitado con personas de tu nivel real. Con otros bailarines sociales puedes sentir que toda tu técnica conseguida con duro trabajo se desvanece y eso significa que aún dependes mucho del otro. En este caso no desesperes. Estás en tu fase de “competencia consciente” y si persistes, todo mejorará.

Por eso recomiendo comenzar a aprender tango en una clase grupal de iniciación, y no directamente en clases particulares. Si pones a un principiante con un profesional, el principiante sentirá que todo va bien la mayor parte del tiempo. Trabajar exclusivamente en privado puede convertirte en un bailarín social muy solitario. Existe el riesgo de que acabes teniendo expectativas poco realistas tanto de la gente de tu nivel, como de los bailarines avanzados. Los primeros no te darán satisfacción, y los segundos no te sacarán por un buen tiempo. Por eso aconsejo a los principiantes que tomen clases regulares en grupo y practiquen con sus compañeros de nivel durante al menos un año. Aunque parezca más lento y duro, te enseña algo fundamental: ser paciente. Te muestra la importancia de aceptar las lucha del otro y tus propias luchas cuando tu pareja te las devuelve en reflejo. Te prepara para el contexto social del tango al cultivar la compasión.

A menudo desesperadamente deseamos hacer las cosas bien. Tanto que olvidamos que primero tenemos que hacerlas mal muchas veces y disfrutar del proceso, para llegar a conseguir algo. Aprender con otros de experiencia similar nos prepara para la dinámica de grupo y cambio de pareja del mundo del baile social, en el que nadie es perfecto. Nos enseña afinar más finamente nuestras habilidades a pesar de los problemas del otro. Además hay una tremenda sensación de logro cuando progresas junto con tu pareja y, después de tantas luchas, las cosas por fin comienzan a funcionar. Créanme, no hay nada como esa sensación. Si alguna vez han estudiado un idioma extranjero, recuerden como les costaba tener una conversación con otros estudiantes. Todos luchasteis y os esforzasteis buscando las palabras. ¡Pero que magnífica sensación poder comunicarse al final!

Observar que algunos aprenden rápido bailando con gente más avanzada ha llevado a un grave malentendido: pensar que tener acceso a buenos bailarines automáticamente te convierte en buen bailarín. Eso no es cierto. Bailar con un mejor bailarín en un contexto social simplemente te aportará una experiencia de disfrute a su costa. No bailarás mejor hasta que TU decidas bailar mejor y le dediques algún esfuerzo, con o sin ayuda de mejores parejas. Si resulta que persigues los mejores bailarines sin ofrecer nada a cambio, estas siendo un consumidor, no un igual. Si exiges que bailen contigo porque supuestamente es la única manera de que tú mejores, estas usando este argumento para obligarlos a bailar contigo.

En comunidades pequeñas el argumento “¿cómo si no vamos a aprender?” se usa para presionar los bailarines avanzados a mantener el contacto con los principiantes. Algún esfuerzo en mezclar la comunidad y crear un ambiente más abierto para los nuevos es claramente positivo. Sin embargo creo que deberíamos aferrarnos menos a nuestras definiciones generalizadas (e incorrectas) de los niveles y dejar a cada individuo la elección con quién bailar o no bailar. Hay que recordar que el atractivo del bailarín se compone de varios controles en la mesa de mezclas y que las personas eligen conectar por muy varadas razones. También hay que respetar a los bailarines avanzados. Son una minoría pequeña, resistente y muy motivada y desean, como todos los demás, bailar a su mejor nivel.

Todo lo anterior abre otra pregunta interesante. Si es verdad que podemos mejorar bailando con mejores bailarines (si nos esforzamos por avanzar), entonces ¿lo contrario también es cierto? ¿Los buenos bailarines empeoran de alguna manera al bailar a menudo con gente muy por debajo de su nivel?

Cuando leaders profesionales pasan mucho tiempo enseñando y bailando con followers inexpertos, pueden desarrollar hábitos “poco saludables”. Tales hábitos se pueden formar consciente o inconscientemente al compensar los fallos del alumno y pueden resultar en “sobre-marcar” tensión en los brazos y movimientos forzados. Al volver a bailar con parejas de su nivel, estos bailarines pueden poner demasiada energía en la marca para movimientos que requieren muy poca con un/a follower experto/a. Además, con los alumnos practican un vocabulario más simple y se arriesgan a perder facultades para movimientos mas complejos si no los practican. Lo mismo se puede decir de followers profesionales que bailan mucho con leaders inexpertos. Cuando vuelven a seguir la marca de alguien de su nivel, pueden verse superadas por la complejidad y sutileza de esta. Bailar con alumnos no las hace menos expertas, pero sí hacer que se sientan un poco oxidadas. Pueden, al igual que los leaders, perder la facilidad en dinámicas más complejas, a no ser que practiquen con regularidad con alguien de su mismo nivel.

Si pasas un día entero en el bosque cortando leña, y luego intentas tocar el piano, tus dedos estarán rígidos e insensibles al principio. Si pasas un día cuidando críos, tener una discusión compleja sobre política internacional por la noche puede requerir cierto reajuste mental. El mismo mecanismo opera aquí como en todo lo demás: cuanto más practicas algo, más lo dominas; y también lo contrario. Por eso los bailarines avanzados en comunidades pequeñas, donde son una pequeña minoría (y a menudo profesores), sienten que bailan cada vez peor. Necesitan viajar a menudo para encontrarse con otros bailarines avanzados y volver a sentirse completos, sentir que aún realmente saben bailar.

Sea cual sea el lado de la ecuación en el que te encuentras, entiende que nunca son los otros que directamente resaltan o empeoran tus cualidades. Ellos solo ponen el contexto, pero TÚ decides como manejarlo. Puedes elegir trabajar tu baile con la ayuda o a pesar de las condiciones externas. Esa danza requiere mucha habilidad y una conexión profunda. Si el tango fuera un baile en el que todos alegremente bailaran con todos independientemente de todos los variables mencionados, sería un baile muy distinto. Y nunca nos daría momentos de tan intensa dicha, cuyo efecto en nuestro cerebro estudios científicos han comparado con los de la meditación. Pagamos un precio por esa intensidad, por esos momentos de increíble conexión, pero el hecho de que no sea fácil me parece una razón más para amarlo.

Traducción: Kalina Duffner

Más artículos en www.verotango.com

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