Aprender o no aprender, esa es la pregunta...
Queridos amigos,
Hoy nos complace compartir nuestra traducción del brillante artículo de la bailarina Verónica Toumanova, autora del libro Why Tango, una colección de ensayos traducida ya a 18 idiomas. Podéis encontrar más artículos de Verónica en www.vertango.com.
Aquí podéis encontrar el original en inglés.
Destacamos su acertado punto de vista sobre el proceso de aprendizaje y la motivación, algo nos puede servir a tod@s, tengamos el nivel que tengamos.
¡Ánimo a tod@s y a disfrutar de cada paso!
¡Feliz verano (que todavía queda :-))!
PORQUÉ LOS BAILARINES SOCIALES DE TANGO PIERDEN EL INTERÉS EN MEJORAR SUS HABILIDADES
por Verónica Toumanova
"Si bailas en modo automático, solo mejorarás lo que ya haces: reforzarás tus patrones de movimiento existentes."
Para bailar tango es necesario aprenderlo. El tango no es una danza de libre expresión, sino que se sirve de un vocabulario complejo y una técnica bastante sofisticada. Es una habilidad que necesita tiempo para ser perfeccionada. Todos hemos oído comentarios sobre el “tener que caminar durante 10 años” para realmente saber cómo caminar. Sin embargo, veo solo una pequeña minoría de personas que continúan mejorando más allá de cierto punto. Como bailarina y profesora naturalmente me pregunto porqué.
Normalmente este punto llega alrededor del tercer año en el tango. Dependiendo del nivel que la persona haya alcanzado en este tiempo de aprendizaje, su nivel de baile puede estancarse en cualquier lugar entre “principiante afirmado” e “intermedio estable”. Los más perseverantes alcanzan un nivel un poco más alto y paran su desarrollo después de uno o dos años más. Muy pocos son los que siguen trabajando más allá para llegar a un nivel realmente avanzado.
Pero, podría uno preguntarse, ¿para qué seguir evolucionando?, si se puede disfrutar del tango sin mejorar nada, se tenga el nivel que se tenga. De hecho, a menudo es más fácil disfrutar del tango sin esa auto-exigencia de “bailar mejor”. Así uno es menos auto-crítico, menos inquieto, menos obsesionado con los resultados, menos tentado a compararse con otros. Muchos dejan de trabajar en su baile una vez que hayan conseguido bailar con todos los bailarines que consideraban deseables, al alcanzar lo parece haber sido su meta.
Naturalmente, para los profesores es frustrante observar como la gente cesa en su crecimiento al dejar de atender clases y talleres. Otro efecto de este asunto es que los cursos avanzados están llenos de personas que quieren ser avanzados pero no lo son. Para los pocos bailarines que sí alcanzan un nivel avanzado es desmoralizante ver como los demás dejan de trabajar en su baile porque van teniendo cada vez menos compañeros de su mismo nivel con quienes disfrutar del tango. Se puede argumentar que esto del estancamiento en el aprendizaje de la mayoría de los bailarines sociales solo es un problema para “unos pocos afortunados” - para los profesionales y los muy expertos. Entonces, ¿es realmente un problema para la comunidad del tango en general?
No sería un problema serio si no fuera por una cosa: El sufrimiento más grande en el tango es no conseguir bailar con las personas con las que uno realmente quiere bailar, lo cual en la mayoría de los casos significa con personas que bailan mejor que uno mismo. Mejorar las propias habilidades con el fin de bailar con parejas deseables es una motivación fuerte y sana. Sin embargo, si uno ve el aprendizaje solo como medio para un fin, como trabajo duro, rutina tediosa o ejercicio extenuante, naturalmente uno no se encontrará con ganas de hacerlo. Así que en esto hay una trampa: queremos mejorar para bailar con ese/a bailarín/a, pero no queremos hacer lo que hay que hacer para conseguirlo.
Lo que veo en personas que mejoran continuamente es que para ellos el mejorar siempre es una meta en sí. Los que siguen aprendiendo son los que disfrutan del propio aprendizaje. En palabras del filósofo Alan Watts: “No puedes obtener placer en la vida sin competencia. Y no es una tarea desagradable aprender una habilidad si un maestro despierta tu fascinación por ella. De hecho hay un inmenso placer en aprender a hacer algo realmente bien.” Cuando dices que quieres mejorar pero no te esfuerzas continuamente para hacerlo, significa que has perdido ese placer del aprendizaje.
Parte de la responsabilidad de encontrar ese placer recae sobre los profesores. Como señala Watts, los maestros deben conseguir que te fascine el tango, para lo cual ellos mismos tienen que sentir fascinación por él en primer lugar. Aun cuando un profesor esté enamorado del tango, necesita además habilidades pedagógicas para transmitirte ese amor y enseñarte a bailar. Una cosa fundamental que un profesor puede hacer para estimular a los demás y motivarlos para que tomen clases es inspirarlos con su propio baile. Por eso los profesores de tango tienen que ser excelentes bailarines, además de construir una buena reputación como docentes. Un buen marketing también ayuda, sin duda.
La otra parte de la responsabilidad recae sobre el alumno. El maestro no puede hacer que disfrutes del aprendizaje, así como no puede hacer que bailes. Solo puede facilitar el proceso creando las circunstancias idóneas, pero el bailar y disfrutar lo tendrás que hacer tú mismo/a. Si le das toda la responsabilidad de tu disfrute al profesor, entonces lo que buscas es entretenimiento, no aprender. Si disfrutas del tango y no sientes el deseo de evolucionar, no hay nada de malo en ello. Solo tienes que aceptar que los que sí disfrutan del proceso de aprendizaje y consiguen avanzar, probablemente no bailarán contigo.
Veo muchos bailarines que aun deseando bailar con otros más avanzados, no consiguen reducir la diferencia en nivel. Ellos no progresan porque han dejado de disfrutar del proceso, y han dejado de disfrutar de él porque han dejado de creer que pueden llegar a mejorar lo suficiente como para resultar deseables como pareja de baile. Han perdido la confianza en sí mismos respecto a su capacidad de aprender. Cuando uno no cree que puede convertirse en un bailarín atractivo para sus compañeros de baile, eso se convierte en realidad. Puedes aceptarlo y pasar página. Por desgracia, la mayoría no puede aceptarlo y prefiere pensar que los buenos bailarines son maleducados, desagradables, arrogantes o exigentes. Pero obviamente esos bailarines solo hacen lo que les gusta hacer, que resulta ser lo que a esa mayoría no les gusta: aprender.
Verás, es un deseo natural querer bailar con un consumado bailarín, sin embargo, resulta presuntuoso por tu parte tener expectativas de bailar con una persona que ha invertido mucho más en su tango que tu. Si piensas que ese bailarín debe bailar contigo porque tienes muchas otras cualidades que ofrecer, estás siendo hipócrita. Tu mismo quieres bailar con esa persona principalmente por su habilidad como bailarín. Ese bailarín puede querer bailar contigo por un número de otras razones, pero si no fuera así, probablemente se deba a la diferencia de nivel. Lo menos inteligente que puedes hacer es llamar a esa persona un esnob, porque en su lugar harías exactamente lo mismo. De hecho ya lo haces con las personas con las que no quieres bailar porque no llegan a tu nivel. Y a no ser que sea tu primer día en el tango, siempre hay gente con menos nivel. Si bailas con cualquiera sin importarte el nivel o eres un principiante o eres una excepción.
Se podría pensar que salir a milonguear con regularidad por si solo lleva a mejorar nuestro baile, y es así hasta cierto punto. Sin embargo, eso depende muchísimo de lo que haces cuando bailas y qué nivel de consciencia tienes al hacerlo. Si bailas en modo automático, solo mejorarás lo que ya haces: reforzarás tus patrones de movimiento existentes. Eso es bueno si tus patrones de movimiento existentes son buenos. Si no son correctos pero observas conscientemente lo que haces e intentas corregirlo, tienes posibilidades de mejorar siempre y cuando la imagen mental de tu meta es correcta en términos de movimiento eficiente, y eso puede no ser el caso. Digamos que quieres un voleo más alto. Si tu imagen interna de un voleo alto no es suficientemente correcta, simplemente activarás los reflejos equivocados y aprenderás un movimiento incorrecto, probablemente tensando partes del cuerpo que no deben involucrarse en un voleo alto.
Para mejorar necesitas una imagen mental kinestética correcta y sumamente detallada del movimiento y luego mucha práctica consciente. Las clases y los profesores están en primer lugar para ofrecerte esas imágenes, ayudarte que las entiendas en detalle y descubras las sensaciones adecuadas en tu cuerpo para que nuevos hábitos de movimiento se instalen con el tiempo. Entender algo por si solo no lleva a mejorarlo, necesitarás practicar y mantenerte consciente de cómo ejecutas los movimientos en todo momento.
En ese proceso se necesita tiempo y determinación, y si no lo disfrutas no lo llevarás a cabo. ¿Cuál es la mejor manera de reavivar tu placer de aprender? En cierto modo esto es como salir de una depresión: para disfrutar en los asuntos importantes de la vida tienes que comenzar por el placer de las pequeñas cosas. Para disfrutar del aprendizaje tienes que sentir que este produce resultados. Elije un tema pequeño y trabaja para mejorarlo. En clase, con tu pareja de baile, con un amigo que quiere practicar contigo, en una clase privada con un profesor que consigue ilusionarte o incluso a solas. Ponte una meta específica y elige ejercicios adecuados. Haz un seguimiento de tu evolución cuando sales a milonguear. Felicítate cuando sientas los cambios. Cuando notes el resultado, notarás también que se transforma tu actitud hacia el aprender y sobre todo hacia ti mismo/a como bailarín.
Nos desanimamos fácilmente cuando olvidamos que se trata de dar pequeños pasos. Vemos lo que otros han alcanzado y contemplamos cuán lejos queda aún nuestra meta. Y comenzamos a creer que nunca llegaremos. El proceso de aprendizaje puede hacerse más placentero si encuentras un profesor adecuado, una pareja motivada para practicar juntos, lectura y bailarines que te inspiran. Pero será verdaderamente un gozo cuando te das cuenta, una y otra vez, que da frutos. Cuando sabes que SÍ PUEDES.
Traducción: Kalina Duffner